10 de febrero de 2009

decir adiós

Leía días atrás un libro en el que se relatan experiencias reales de personas que han perdido a su cónyuge. Distintas circunstancias, situaciones, edades… pero al final puro dolor, soledad, tristeza y en el mejor de los casos la esperanza cierta de volver a verlos.
Hace unos tres de meses murió la madre de mi esposa y comentamos a menudo la soledad en la que vive actualmente su padre. Cansado, depresivo y algo distraído va afrontando el día a día con más desconcierto e impotencia que resignación. Nos sorprende y nos llega a desconcertar en algunos momentos, pero pronto nos concienciamos que el impacto de la muerte de su esposa no es nada fácil de digerir y aceptar.
Y en silencio pienso cómo me encontraré si tengo que vivir en mi propia persona esta situación. Es algo que intento eludir, pero también comprendo que cada año que voy añadiendo a mi existencia es un paso que me va acercando más a esa terrible realidad. La muerte es cruel, malvada y no respeta a nadie, y se que más tarde o más temprano llamará a mi puerta. No se si partiré antes que mi esposa o si será ella la que probará primero de esa copa. Lo cierto es que si me adentro en ese mar tempestuoso acabo con los ojos llorosos y enfadado por lo rápida que se disipa la vida. Sí, ya sé que tengo vida eterna y que estaremos juntos por toda la eternidad; pero la vida y lo que ésta me da me gusta, me llena y me ofrece cosas que se que allá en el cielo ya no tendré. Por este motivo quiero vivirla y apurarla al máximo gozando a cada segundo de todo aquello que Dios me permite disfrutar y compartir.
No es fácil asimilar y admitir ese estado de cosas a las que nos resistimos y de las que desgraciadamente tendremos que probar. Quizá sea por eso que deseo vivir cada instante con intensidad, mirar lo que me rodea y sonreír despierto a cada amanecer. Mirar cara a cara la vida y saborear todo aquello que pone a mi alcance y para ello me gusta echar mano también de los muchos recuerdos que van dando color a mi caminar.
Amo a mi esposa, a mis hijos y ese amor me lleva a pensar que habrá día en que nos tendremos que decir adiós. Y eso me entristece, pero el mismo tiempo me ayuda a amar todavía más a esos maravillosos seres que Dios a puesto a mi lado. Me cuesta trabajo admitir las arrugas y las canas que poco a poco van llenando todos los espacios que encuentran disponibles a su paso. Me molesta ver como la realidad se va desentendiendo de aquello que un día fui. Pero de tarde en tarde, al mirarme en el espejo, alcanzo a descubrir aquellos pequeños matices que me traen a la memoria estampas lejanas de mi juventud, de mi adolescencia y de aquellos años que hoy, desgraciadamente, ya forman tan solo parte del pasado.
Deseo vivir con la mirada en el cielo, pero dejando que mi corazón pueda llegar a sentir, a vivir y a latir con toda su fuerza por aquellas cosas que Dios me ha dado y que dan un valor incalculable a mi existencia.
No se que palabras sabré usar para despedirme, tampoco se si podré pronunciarlas ni tan siquiera si habrá quien las pueda oír. Pero vaya por delante esta declaración de amor para todos aquellos a los que compartieron un espacio de mi vida. Dios nos ayude a vivir cada día mostrando nuestro amor para con todos pero sobre todo, con nuestras familias, esos seres extraordinarios que Dios nos ha dado.

Saldrá esta semana en el Boletín

3 comentarios:

nadie4ever dijo...

Decir adiós siempre es duro. A veces es mas fácil si no te da tiempo... Yo tengo fe en que el Señor vendrá antes de que llegue ese punto y me toque a mi o a las personas que mas ame.

Yo a la muerte no le tengo miedo ni me importa mucho, será un paso más en la vida. El último paso en esta vida, de hecho. Lo que me da pena son siempre los que se quedan atrás desconsolados. Mi abuela lleva un tiempo ya deseando que el Señor se la lleve para poder ver de nuevo a mi abuelo, dejar los achaques de la edad... ha sido una vida muy sufrida.

Mi abuela alemana, en cambio, también estuvo un tiempo perdida pero ahora ha encontrado nuevas aficciones y pasiones con las que rellena su tiempo libre. Supongo que es peor cuando eres pensionista y no tienes otra cosa que hacer y con la que distraerte.

Doy gracias al Señor porque haga lo que haga siempre habrá trabajo en la iglesia en caso de que necesite despejarme.

¿Hay alguien más aparte de mi que no le tenga miedo a la muerte? Así también demostráis que habéis leído el post y la respuesta...

Raquel dijo...

Hola a tots!

jajaja Molt bé Benji! Pues yo no le tengo miedo a la muerte tampoco. Más bién tengo miedo a que los de mi alrededor, a los que más quiero, puedan sufrir o marchar... Pero bueno, es ley de vida y sé que (algunos) se irán por un corto período de tiempo.

Y bueno, ahora que soy joven y por ejemplo ahora, que tngo unas "minivacaciones" tengo mil y una cosas que hacer y supongo que de mayor también será así... como dices, Benji, está la igle que tienes faena para muuucho tiempo.. xD jaja visitas a enfermos, ancianos, família... etc etc...
Otra cosa, claro, son las ganas y como te encuentres, claro... o si lo estás pasando mal.
Bueno, pues ahí dejo mi reflexión super rápida, como siempre! xD

Un besito a todos!

Raquel dijo...

Por cierto, Benji, te echamos de menos!